viernes, 12 de septiembre de 2025

Barro en los zapatos


Yo nací en cuna de oro. 
Con todo, pero TODO, y más: tenía cinco mujeres a disposición del más pequeño de mis antojos. 

A los pocos años, varios reveses de esos que tiene la vida me dejaron sin nada. Bueno, con casi nada...
Y terminé la primaria (en la escuela pública, obvio) con el segundo promedio de mi grado.

Empecé el secundario gracias a una beca que me prestaba los libros, y trabajando en verano para comprar los materiales. Porque tenía ganas.

Y se me ocurrió ir a la universidad. ¿Con qué? Con ganas. Y con otra beca, y laburando de niñera, de secretaria, de niñera y secretaria, pasando apuntes a máquina. 

Cuando no pude más, me volví... Laburé 20 años para salir del barro, y el peor error que cometí fue intentar olvidarme de ese barro.

Salí, sí. A fuerza de remarla en dulce de leche con dos palitos de helado, salí. Pero el barro se quedó pegado en la suela de mis zapatos, porque fue el barro el que me hizo lo que soy hoy. Y me gusta mucho lo que soy. 

Ahora le agradezco a la vida cada momento vivido, los recuerdo con amor, porque ese fue mi aprendizaje. Aprendí que con ganas, se puede. Con ganas, se sale. Con ganas, sin excusas y haciendo lo que uno ama. 

Si puedo compartir con alguien algo de lo que aprendí, y si eso le sirve a alguien para estar un poquito mejor, allá vamos. 

INFAME TEORÍA DE LAS ALMAS

 


Intento comprender el inmenso, inconmensurable y catastrófico mecanismo de la fe.

No el negocio de la fe, ese es un negocio claro y transparentemente hipócrita, si no el mecanismo interno de la fe. Qué impulsa a alguien a CREER en algo, sobre todo en algo que no puede comprobar de ninguna manera empírica...???

 

No intento con esto invalidar el universo de lo "posible", de lo imaginable, de lo teóricamente real.

 

El mejor ejemplo de este cuestionamiento son las religiones y los juegos de azar.

 

Qué clase de pensamiento mágico acompaña el acto de apostar dinero a un número x, confiando ciegamente en obtener el resultado esperado... con absoluta fe, sin evaluar que las posibilidades de acertar es una... en millones.

Qué clase de pensamiento mágico guía a quien esgrime la palabra de dios como respuesta a todo interrogante? "Dijo el Señor: pide, y te será dado".  En qué contexto lo "dijo", a quién le dijo, cuándo lo dijo... "así está escrito en la Sagrada Biblia". Y quién escribió la biblia, quién la santificó, quién me asegura que es en verdad la palabra de ese dios del que me hablas? ............

 

La respuesta a cuando ya no quedan respuestas: es cuestión de fe.

Esta mal creer por creer, aún desafiando todas las leyes de la lógica?

Esa no es la verdadera pregunta que me ayudara a entender este proceso. La verdadera pregunta es: HACE bien creer en dios, jehova, buda, inti, ra o como se llame?

 

Creo que la respuesta esta implicada en la pregunta. Hace bien. Si. Porque puede ser para algunas personas absolutamente intolerable la idea de insignificancia, de finitud, de sinsentido de esta vida sin un objetivo ulterior, mas grande aun que la vida misma. Quizás no soporten la idea de que al morir ha terminado todo, y necesitan creer que hay algo mas allá que les ayude a justificar las buenas acciones. El miedo al infierno, (si hay fe en el Cielo), el miedo a ---reencarnar para atrás---- si lo que se espera es una nueva vida en un nuevo cuerpo después del actual. El  miedo es el motor de la fe. El miedo a ser demasiado pequeño, demasiado débil, demasiado incapaz de sobrevivir sin la ayuda de un Papá infinitamente superior y todopoderoso. Y si sale mal, "los caminos del Señor son misteriosos". "no ha sido la voluntad de Dios".

"Dios es cruel" repite incansable Stephen King en "Desesperación". Y por que no?

 

No discuto la existencia o no de un dios. Discuto los caminos que elegimos para creer que si existe. Y el primer camino es el miedo. El segundo es el orgullo, la vanidad humana. Dice en la biblia católica que dios creo al hombre a su imagen y semejanza. Eso nos hace ser un poco dios. Y no es mala la idea... se siente bien.

 

Pienso ahora: que sería del hombre sin un dios al que amar, al que temer, al que rogar por ayuda?

Debería sin dudas asumir y aceptar la responsabilidad de sus actos, las consecuencias de sus actos y pensamientos. Debería madurar. Es mas relajado decir que "no fue la voluntad de dios" que pensar "no hice lo necesario". Es menos cruel pensar que ese ser querido que murió esta en un mejor lugar, es mas tolerable y menos doloroso que aceptar que la muerte es simplemente parte natural de la vida y que es, precisamente, su final. Y aquí estamos otra vez con el tema del alma... para explicar una supervivencia a la propia muerte, siendo comprobable que este cuerpo humano irrefutablemente se pudre al dejar de funcionar, HAY que creer que  ALGO queda de quien amamos, en alguna parte. E indirectamente, podremos creer que algo quedara de nosotros cuando hayamos muerto. Hace su aparición en escena el alma. Esa cosa que pocos pueden explicar (es cuestión de fe) nos da la tranquilidad de que al fin y al cabo, la muerte no es TAN definitiva. El espíritu humano, la esencia. Lo que nos hace diferentes a los animales.

No voy a caer en la consabida pregunta: alguien ha visto alguna vez un alma? Porque me responderían que hay otras cosas que no vemos y sin embargo existen... bacterias, virus, etc. Sin embargo, las explicaciones teóricas acerca del alma tienen asidero en el lugar más débil. Si: la fe.


martes, 1 de octubre de 2024

A VECES TEMO ESTAS NOCHES


 

A veces tengo miedo de estas noches.

Estas largas noches

de mariposas negras y fugaces.

Y a veces amo esta soledad,

tan íntima, tan mía 

tan malditamente fría,

tan voluntariamente sola y feliz...

Y a veces estoy suspendida en el aire,

cargada de incertidumbre,

sin alegría ni tristeza,

sin vacío y sin amor,

sólo... aquí.


viernes, 9 de septiembre de 2022

AL FINAL DEL PUEBLO

    




Caminar. Caminar cuadra tras cuadra. Timbre tras timbre, a veces, con ganas de que no atienda nadie para no tener que repetir por milésima vez el mismo saludo.

-          Buenos días señor. Mi nombre es Mariana, represento a la Empresa tal, y estamos haciendo una promoción en su ciudad...

    ¡Ciudad!  Apenas algunas cuadras a lo largo y a lo ancho, tierra, ni una vereda, a no ser las cuatro cuadras alrededor de la plaza. La iglesia, el destacamento policial, la delegación municipal, con mucha suerte una sucursalita del Banco de la Provincia de Buenos Aires. Eso si... mucha vieja barriendo patio, mucho chico corriendo en todas partes, todas las bicicletas tiradas en la puerta de la escuela. Pero si una dice "Ciudad" el tipo se agranda, sonríe y si no compra, por lo menos escucha.

    La camioneta me dejó temprano y desapareció. Seguro que Alejandro pensó que este pueblo es muy chico para más de una promotora, y se fue a algún otro lugar cerca a llevar a las otras chicas. Tengo al menos una hora o dos sin vigilancia... aprovecho para caminar tranquila, disfrutando la mañana, mirándome la punta de los zapatos, que es como mirar para adentro sin cerrar los ojos. Ni pienso tocar puertas, en estos lugares siempre pasa lo mismo: me atiende una señora colorada, porque está limpiando, o haciendo la comida (¡¡¡empiezan a pelar verduras a las ocho de la mañana!!!) y me dice que el que decide es el esposo, y ahora no está. ¿Qué donde está? En el campo, claro, trabajando. Y... vuelve a la tarde, vió? La comida que prepara es para ella y los chicos.

    Así que... ¿para que hablar de gusto? En una de mis aleatorias vueltas a la manzana me encuentro con el "boliche" del pueblo: frente de ladrillos sin revocar, puerta altísima de madera verde despintada, un chapón oxidado que alguna vez fue un cartel. Sonrío antes de entrar, porque en estos lugares también pasa siempre lo mismo.

-          ¡Buen día! -digo bien fuerte, para que, ya que van a mirar, tengan una excusa.

-          Buenas... - me contesta el bolichero distraído, y agrega enseguida, sorprendido: - señora!

    Me acerco al mostrador, entre el murmullo de los hombres rudos que deberían estar en el campo, trabajando.

-          ¿Tiene café?

    Claro que no tiene, el café no tiene alcohol, así que tomo un vaso de soda mientras le explico al bolichero, (que no sabe si sacarse la boina), que soy promotora y estoy recorriendo el pueblo. Pregunta de dónde soy, qué vendo, y antes de que alguno se anime a preguntarse si de verdad soy lo que ellos piensan que soy, (que otra cosa puede ser una mujer en un boliche) pago mi soda y me voy. Me divierte escuchar el rumor de voces azoradas que se levanta apenas salgo. De alguna manera esto tiene que empezar a cambiar, pienso. Y salgo al medio día luminoso y a la calle de tierra, al calor atajado por los paraísos, al zumbar de bichos que molestan. Llamo por celular a Alejandro:

-          ¿por donde andan?

-          Que, ¿ya terminaste?

-          No, Ale, te pregunto por el almuerzo. ¿qué hago, como acá o me venís a buscar?

-          Fijate como te arreglás, estamos medio lejos y si vamos perdemos un montón de tiempo. ¿Hay para comer, ahí?

-          Si, claro. Nos vemos a la tardecita.

    No tengo la menor idea si hay o no hay donde comer acá. Pero no tengo ganas de aguantar las quejas de mis compañeras, así que  empiezo a caminar para el "centro", alguien me va a orientar... me orientan, si. Ah, no, comedor no hay, pero en lo de la Pocha venden unos sánguches de milanesa buenísimos, caseritos desde el pan hasta la mayonesa.

-          Y donde queda?

-          Derecho no más, al final del pueblo.

    Camino de nuevo esas cinco cuadras hasta lo de la Pocha, llenándome de tierra los zapatos, con la camisa del trajecito cada vez menos blanca, el saquito gris cada vez más gris en el brazo, junto con la carpeta que a esa hora pesa más que la conciencia de Caín.

    No hay timbre en lo de la Pocha, apenas una puerta de alambre separa el patio de lo que debería ser una vereda. Mas adentro, atrás de los rosales y la jaula con el loro, una casita humilde descansa del calor de la siesta a la sombra de unos eucaliptos. Hasta un sauce tiene, que le hace sombrita al loro... la puerta esta entreabierta, así que sostengo la carpeta entre las rodillas y aplaudo fuerte.

    Salen del fondo los cuzcos infaltables, quebrando el silencio del final del pueblo. Atrás, una mujer gorda y ágil me grita ¡VOY! mientras apura el paso.

-          Hola... busco a la señora Pocha, me dijeron que vive acá...

-          Ah, si, es mi mamá. ¿Qué precisa? -sonríe la hija de la Pocha, mientras se seca las manos en el delantal.

-          Mire, me dijeron que hacen sánguches de milanesa para vender, quisiera comprar uno si no es muy tarde... por la hora, digo.

-          No se haga problemas, m' hija. Mi mamá ya se acostó, pero se lo preparo yo, que aprendí de ella. Usté traiga el auto, que lo voy haciendo. ¿Su marido no come?

    No me sorprende la suposición de la mujer. Lo que para mi es cosa de todos los días, para ella es imposible. No se imagina que una ande sola por ahí, y a pie, porque ella no lo haría nunca. O con la mamá o con el marido. Con un hermano varón, tal vez. Pero sola... nunca.

    Le cuento lo de la promoción, y me mira como con tristeza. ¿Cómo le explico que es lo que elegí, lo que me gusta, que no podría ser secretaria o maestra o quiosquera, porque las rejas me ahogan y las paredes me dan pánico?

-          ¿Y donde lo va a comer, m' hija? No se va a quedar ahí parada, venga, pase.

    La tristeza cede el paso a la ternura, y el "m' hija" le sale mas de adentro, los ojos buenos reconocen el cansancio, y le agradezco con una gran sonrisa la silla vieja en la cocina sombría, el agua fresca que me trae de la bomba, el sánguche de milanesa que sabe a gloria, caserito de verdad desde el pan hasta el alma.

    Charlamos de la vida, en voz baja, hasta que se levanta la Pocha, viejita y enérgica como todas las mujeres de esos pueblos, y nos ceba unos mates muy verdes y muy amargos. Me tengo que ir, les explico, pero no hay caso. Que mi jefe me va a retar, tengo que seguir trabajando. La Pocha me deja salir con la condición que  antes de volver a mi ciudad pase a saludarlas, así conozco al nieto, que ahora esta en el campo, trabajando.

    Pago tanta hospitalidad al precio de un sánguche y vuelvo a mi trabajo, ahora sí, golpeando puertas y tocando timbres, hablando con la gente, ofreciendo mi producto.

    Se acerca el atardecer. Alejandro me dijo que en una hora y media me pasaban a buscar, así que vuelvo a la casa de la Pocha a cumplir mi promesa. Y la cumplo: las dos mujeres sacan sillas a la "vedera", y tomamos mate mientras esperamos al nieto, que ya tiene que estar por llegar.

    Mientras charlamos, miro la calle, que termina abruptamente en el campo. Enfrente, un ranchito se acoda en el alambrado, dando principio a ese horizonte largo en el que se despereza el aire libre y claro. Ahora estoy segura de que la Pocha y su hija entienden por qué no puedo hacer otro trabajo.

    Suena el celular. Alejandro me dice que están frente a la iglesia, y pregunta dónde estoy, así me vienen a buscar.

-          Derechito no más, Ale... estoy al final del pueblo.  



 



Dedicado al matrimonio que me invitó con salame casero en Ascención, a la abuela Dora que me cebó mates en La Angelita, y a todas las personas que me abrieron sus puertas sin conocerme,
ahí, al final de cada pueblo.
Sept. 2006






Este relato fue publicado en la antología del III Encuentro Nacional de Narrativa - Cuento corto - en Bialet Massé (Córdoba, Argentina) en Mayo de 2007

 

jueves, 8 de septiembre de 2022

DESINFECCIÓN



 Si hubieras estado ahí, si hubieras visto lo que yo vi...
Nadie hacía nada.
Los cuerpos mutilados, enfermos, podridos.
Y nadie hacía nada!
Los tornados azotaban el cielo, pero ni ellos tocaron ese lugar.
Los edificios deben estar  todavía ahí, en pie, con quien sabe qué cosas dentro.
Decían que no podían matarlos porque no sabían como se propagaban: si por el aire, por el agua, por el pensamiento, por el contacto directo.
Tampoco podían dejarlos vivos... Nunca debieron crearlos en primer lugar!
Lo que me aterra es que todo lo que vi existe. No se en que lugar o en que tiempo, pero existe.
No se si seré yo quien camine por los pasillos húmedos, oscuros, con olor a desinfectante, pero alguien lo hará, o tal vez lo esté haciendo ahora, sin saber en qué recodo encontrará qué monstruo. Y sin saber
si deberá matarlo o no, o de qué forma hacerlo.
Quiénes serían antes? Qué los habrá llevado allí?
La niña con su muñeca... acunándola en las sombras. No pude verla bien. Pero ese movimiento no era normal.
El hombre sin boca, cuyo rostro se convertía en gelatina mientras se acercaba, mientras yo trataba de huir... ¿me atacaba o me pedía ayuda?

El lugar cercado es enorme, edificio tras edificio, yo recorrí apenas dos y fue suficiente!
Y después la lluvia. Con un olor extraño, pero era lluvia. Se lo dije a la doctora: solo necesito saber. 
Y sonrió. Creo que yo tengo razón: están limpiando el lugar!

martes, 6 de septiembre de 2022

Cielo e Infierno



Cierta teoría dice que el infierno es tal y como lo son nuestros miedos.

Siguiendo esa teoría, ¿acaso no debería el cielo ser tal y como lo son nuestros sueños?

Mi cielo entonces será... distinto cada día.

Dinámico, inquieto, mudable.

Ese sitio especial donde quedarme para siempre tendrá rincones oscuros que descubrir, noches inmensas llenas de silencio, y un taller con estanterías infinitas donde guardar toooodos mis libros y mis proyectos sin terminar.



martes, 26 de junio de 2018

47 PIRULOS

Un enorme "gracias":

- A mi familia, que pudo entender que estoy loca pero no soy peligrosa para ellos, así que se resignó a quererme como soy.

- Al tipo que desde hace diez años elige vivir conmigo y ser parte de mi caótico universo, aunque en otro lado podría estar mejor.

- A mis amigos, que soportan mis ausencias eternas en pos del arte y me siguen queriendo.

- A mis alumn@s, porque le dan sentido a mi día a día, y me llenan de amor.

- A mí, que tuve el coraje de patear el tablero y poner el alma en riesgo para hacer lo que amo.

Brindo por seguir queriéndonos toda la vida!