jueves, 2 de septiembre de 2010

LA QUE MINTIÓ AMBOS BESOS


Silenciosa la arboleda.
Apenas si pasea un trino por sus ramas...

Un corazón arde en la espera
de una siesta tardía,
adivinando pasos furtivos
como esperanzas.
Alargando la mirada en los senderos,
dominando ansiedades
que queman como brasas.

Silenciosa la arboleda,
las horas pasan.

Durante el lento olvido
una ilusión se encarna
en el mudo abrazo de un cuchillo:
el silencio se quiebra con un grito
y el dolor se esparce en roja savia.

Silenciosa, de nuevo, la arboleda:
tendido el que esperaba,
ausente su asesino,
y en el aire quieto de la siesta
la mujer que mintió dos besos
desdibuja olvido en un suspiro...
y busca otro amor.